
Imagen Satelital del Pulmón Vegetal del Bosque de Sans Soucì
Hay que tener valor para meterse a ritualizar en un bosque silvestre de noche, sobre todo que uno no conozca bien. Los riesgos humanos y del entorno. Claro que es muy distinto cuando se trata de un bosque con el que estamos familiarizados. Antes vivía en un conjunto residencial de 12 edificios construidos alrededor del corazón de un bosque centenario que se mantenía como curiosidad ecológica: el Bosque Sans Soucí. Al principio estaba abierto y podia entrar de noche, luego lo cercaron y limitaron el acceso por culpa de la delincuencia. El conjunto está bordeado por el norte y el oeste por dos quebradas (Avila y Chacaito) que confluían en una sola. Ambas disponían de unos 20 metros de lado y lado, declarada zona verde, con bambúes, trinitarias (bugambilias) y matorrales. Bajaban del Avila por esa vía de la quebrada toda clase de animales e insectos raros, culebras y rabipelados. Varias veces me metí de noche y de madrugada, aprovechando su acceso libre para nosotros los del conjunto, persiguiendo imagenes vanas y rostros, a lo largo de la quebrada. Incluso habían figuras femeninas alargadas en el medio del agua. Cuando llegaba al punto desaparecían. A veces venían los perros en manada a perseguir y matar gatos, de los que había en abundancia. Más de una vez los corretee, cuando huían con un gato entre las fauces, lo botaban y me tocaba recoger los gatos moribundos y lanzar sus cadáveres para que se los llevara el agua de las quebradas. Una vez ritualicé con círculo y todo para sembrar en la noche un retoño de jabillo. ¿Cómo estará mi jabillo que sembré hace como quince años?. Una madrugada llegue en medio de una tempestad con rayos y truenos, dejé el carro en el estacionamiento, me desnudé y dancé desnudo como loco frenético entre los matorrales al borde de la quebrada más violenta que nunca. Me sentía invadido por una fuerza poderosa. Gritaba excitado cada vez que caía un rayo. Si hubieran visto la cara de mi mujer cuando llegué al apartamento desnudo, con la ropa y los zapatos en la mano, chorreando agua y lleno de barro. En esa época era un brujo que actuaba por improvisación e inspiración loca. Hoy que estaría más preparado para ritualizar de noche en un bosque, vivo en Quinta Crespo muy cerca de la quebrada Caroata que tiene un área verde chirriquitica que puedo ver desde el balcón invadida por frecuencia por mendigos.
Principe Therión
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